“Romantizar” al agricultor no ayuda al agricultor.

¿Resulta positivo el “romantizar” la labor del agricultor o no deberíamos de hacerlo?

Ayer platicaba con uno de mis mejores amigos dentro del agro, quien en medio de la conversación y con bastante contexto de por medio me soltó esta frase:

“Todos los agricultores que conozco producen por negocio; ninguno lo haría si no obtuviera dinero”.

Fue entonces que la conversación derivó en cómo muchas veces “romantizamos” la labor del agricultor, incluso poniéndolos como los héroes de la película.

No me malinterpretes. La labor del agricultor me parece tan difícil y compleja que yo no me atrevería a realizarla. Es más, no podría dormir sabiendo que mi inversión está a merced de factores tales como cambios climáticos, plagas y enfermedades, volatilidad de los precios, etc.

Pero la generalización de los agricultores es bastante peligrosa. Por esta razón no me gusta “romantizar” su labor en general; porque durante años estuve en campo, y sé que te encuentras de todo, literalmente, de todo.

Sería muy tonto decir que todos los obreros son lo máximo, o que todos los carpinteros son honestos, o que todos los banqueros son codiciosos. Así mismo, hablar de todos los agricultores como los “salvadores del mundo”, me parece un extremo marketiniano.

Trabajé en un equipo de marketing dentro de una empresa que brinda soluciones al agro. Por eso conozco que el marketing agrícola a veces (más de las que nos gustaría) se exagera.

Claro que hay salvadores dentro del agro. Agricultores a los que se les debería otorgar un premio nacional por su contribución en diversos sentidos. Pero pongo mi mano en el fuego en que no son la mayoría, por una simple cuestión de observación.

Si esos agricultores que se preocupan a la par por la naturaleza, como se preocupan por su bolsillo, fueran mayoría, básicamente la producción agrícola estaría a otro nivel. No tendríamos sobreexplotación de los mantos acuíferos, no tendríamos degradación de los suelos, no habría uso indiscriminado de agroquímicos, y así podríamos seguir.

Entonces, estoy en contra de las campañas que posicionan al agricultor en general como el “ente único y necesario” para que nuestra sociedad funcione.

A ver, jamás estaré en contra de ningún agricultor, porque también hay que ser honestos:

Cada agricultor hace lo que puede con lo que tiene. Por ello nunca incito a criticar su labor, porque tendríamos que estar en su lugar para comprender por todas y cada una de las dificultades que cada uno pasa.

Es más, he visto cómo, agricultores totalmente desesperados por minimizar daños a su cosecha, realizan acciones cuestionables, que no ilegales. ¿Quién tendría el valor de señalarlos con el dedo en ese momento, cuando están tratando de mantener el sustento para su familia?

Porque esto no se trata de que tengamos que ir señalando a los agricultores que no “se preocupan por el planeta antes que por su bolsillo”. No es labor de nadie hacer eso de manera individual.

Lo que sí se requiere son lineamientos derivados de políticas públicas, que premien a los agricultores que lo están haciendo bien, pero que no premien a quienes no lo están haciendo bien ―en otras palabras, leyes coherentes―.

¿Por qué no hablar de un 100% de descuento de impuestos o de subsidios muy altos para los mejores agricultores?, ¿no sería esta una forma de incentivar al resto? Vamos un poco más allá: ¿por qué no negarle todo tipo de apoyos a aquel agricultor que contamine cuerpos de agua?, por ejemplo. Eso sería una sanción ejemplar; no lo buscas perjudicar, pero no le das recursos que otros si se merecen.

Claro, todos sabemos el nivel de supervisión que algo así requiere, y por lo cual no resulta viable implementar. Pero pronto tendremos tecnologías digitales que podrían hacer que cosas como esta sean una realidad.

Lo sé, ojalá tuviéramos la cultura de hacer bien las cosas sin que nos estén supervisando. Es lo que más admiro de ciertas culturas asiáticas y europeas. Sí, muchos en el agro no necesitan que los vigilen para hacer bien las cosas, porque su conciencia está bien alineada, pero no podemos decir lo mismo de muchos otros tantos.

¿Qué ganan los que “lo hacen bien”? Si les preguntamos a algunos, dirán que obtienen satisfacción personal, que logran dormir tranquilos todas las noches, o incluso que están orgullosos porque sus hijos pueden comer lo que producen.

Es más, hay agricultores que me han dicho que no necesitan nada del gobierno, ni de nadie; que lo único que requieren es que los dejen trabajar y que más bien no les quiten.

Me parece una petición justa. Pero yo si creo que los agricultores que “lo están haciendo bien”, deberían ganar mucho más. Porque si ganan lo mismo, en términos monetarios, que quienes “no lo hacen hacen bien”… Entonces no existe incentivo para la mejora, más allá de lo que tenga en la mente y en el corazón cada persona.

Por eso, no romaticemos la profesión del agricultor. Yo invito a que señalemos y destaquemos a aquellos agricultores que lo están haciendo bien de alguna manera: Cuidando los recursos, apoyando a su comunidad, utilizando tecnologías eficientes, actuando por el futuro agrícola de su región, etc.

Estuve 8 años seguidos en campo durante la mayoría de días. Observé a muchos agricultores durante ese tiempo. Y no tiene nada de “romántico” exponerte a los peligros de andar siempre en carreteras o brechas, ni levantarte a las 5 de la mañana, ni las preocupaciones (por si llueve, no llueve, hay viento, no hay viento, hace calor, hace frío), ni es “apasionante” pasar tus mañanas y tardes resolviendo problemas de todo tipo, solo para que tu cultivo no se vea afectado.

Claro, hay quienes están acostumbrados, a quienes les gusta esa vida y quienes no se verían haciendo otra cosa. Sí, pero eso no hace que se vuelva más fácil.

Entierrarte las manos y enlodarte los zapatos es algo que le parece hermoso a muchos que viven rodeados de asfalto, a quienes un día en el campo les ayuda a escapar de su rutina. Pero vivirlo 365 días al año, eso es otra cosa, que incluso ni los agrónomos asesores entienden al cien.

Como me dijo una vez un agricultor, de esos curtidos, con mensajes simples pero directos, a los que les prestas atención una vez que comienzan a hablar: “Olmo, la agricultura es una chinga, es la chinga que yo elegí, y ustedes los agrónomos no alcanzan a comprenderla del todo”.

En ese mensaje no hay nada que “romantizar”; eso sí, hay mucho trabajo duro, fe, esperanza y, porque no, hasta un poco de locura. Esto sí es lo que debemos de visibilizar.

Creo que si más gente supiera el esfuerzo colectivo que implica producir alimentos, más valor se le daría a los productos del campo.

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Las predicciones indican que en 2025 Perú superará a Chile como mayor exportador de frutas en Sudamérica, liderando con arándano, uva y aguacate.

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