La movilidad jornalera moderna no es un fenómeno nuevo, pues hay que remontarnos a la Inglaterra de mediados del siglo XVIII para comprenderlo.
Antes de la Revolución Industrial, prácticamente la mayor parte de la población mundial vivía en el campo, ya sea cultivando su propia tierra o trabajando la tierra de alguien más.
Por aquel entonces, cualquier agricultor tenía escasas posibilidades de movilidad social. La única opción viable era aprender un oficio, y dedicarse a él (carnicero, herrero, carpintero, etc.), pero esto requería tener dinero para pagarle al maestro.
La Revolución Industrial ―primero en Inglaterra, luego en Europa y por último en el resto del mundo―, abrió una enorme oportunidad para los agricultores, que se fueron a las ciudades para trabajar en fábricas. Este proceso dio origen a la clase trabajadora moderna.
Por supuesto, en el caso de América, dicha transición del campo a la ciudad ocurrió mucho después de comenzada la Revolución Industrial, y fue moldeada también por otros fuerzas sociales, económica y culturales.
Lo importante aquí, según Colin Clark, Jean Fourastié y muchos otros autores, es que: “A medida que una economía se desarrolla, la proporción de trabajadores se desplaza”.
- Cuando aumenta la productividad agrícola, gracias al uso de mecanización y automatización, se libera mano de obra.
- La industria absorbe a esos trabajadores, pero cuando la industria también se tecnifica, entonces hay despidos masivos.
- Eventualmente los servicios se vuelven el principal generador de empleo.
Esto no es una “ley”, sino un modelo de observación histórica, que se ha cumplido en muchos países.
De hecho, se estima que en los países desarrollados más del 70% de los trabajadores están dentro del sector servicios. Y en México el sector servicios ya representa el 63% del Producto Interno Bruto.
Toco este tema porque me ha tocado ver y escuchar a gente quejándose de la mecanización y automatización, que porque le quitan empleo a las personas.
Por supuesto, como todo tema de índole agrícola, no se trata de un tema sencillo de abordar, pero quiero dar mi punto de vista.
Toda tecnología, absolutamente toda tecnología creada por el ser humano, ha representado un cambio: Gente pierde su empleo, al tiempo que otra gente cubre los nuevos empleos creados.
Si, es duro decirlo, pero los trabajos más básicos son los que siempre están más amenazados, mientras que los trabajos más especializados corren menos riesgo.
A estas alturas ya lo hemos escuchado muchas veces, pero hoy más que nunca resulta más válido: Si tu trabajo lo podría hacer una máquina mejor que tú, en algún momento estarás en riesgo.
Pero es que tampoco debemos olvidar otra cuestión, que, como vivo en una zona agrícola, me percato mucho de ella: En el momento en que un jornalero agrícola pueda acceder a un trabajo industrial, lo va a tomar, eso seguro.
Y esto es lo más normal del mundo. Me atrevo a decir que la totalidad de jornaleros no van todos los días a trabajar al campo por gusto. Es lo que hacen para cobrar un salario y mantener a sus familias. Cualquiera cambiaría 8 horas bajo el sol y a veces en posturas difíciles, por 8 horas parados en una línea de producción.
No olvidemos que la producción agrícola sigue siendo mayoritariamente extensiva. Eso es lo que ven los jóvenes y eso es lo que sus mismos padres no quieren para sus hijos (que trabajen en el campo).
No por nada países con España tienen 100% de empleabilidad al egresar de carreras agronómicas, pero ni eso hace que los jóvenes las elijan, y prefieren irse a carreras con mucha más competencia, pero cuyo campo laboral está en las ciudades.
Este flujo del campo a la ciudad se sigue dando. Lo veo con agricultores que ya no encuentran gente para sus cuadrillas. Incluso hay quienes traen gente de los estados del sur del país, pero aún así empiezan a no encontrar la suficiente gente.
Uno puede pensar que los agricultores no pagan bien, y aunque no quiero defender a todos aquí, creo que el tema va más allá del dinero. Conozco agricultores que pagan justo y aún así no encuentran gente.
Es más, basta ver el agro en California. La hora se paga bien (al menos en comparación con México), pero no hay estadounidenses que quieran hacer trabajos agrícolas, y por eso Estados Unidos depende tanto de los migrantes.
La paga importa, sí, pero al avanzar nuestras sociedades, menos gente quiere estar bajo los rayos del sol, con el polvo de compañero, y esta es una tendencia que se empezará a notar cada vez más en Latinoamérica, porque estamos repitiendo lo que sucedió en países europeos, Estados Unidos, Japón, etc.
Recuerda. Ningún país se tecnifica en temas agrícolas por el mero gusto de hacerlo. Todas las nuevas tecnologías responden a necesidades concretas.
Israel es la gran referencia en sistemas de riego, porque es un desierto y cuidar el agua es su máxima prioridad. Estados Unidos lidera en automatización porque su población hace décadas que dejó de trabajar en el campo. Japón y Corea del Sur lideran en agricultura indoor y vertical porque no tienen espacio ni condiciones para agricultura extensiva. Holanda lidera en invernaderos porque su clima no les da para producir a la intemperie.
Esta es la gran desventaja que han provocado todas las enormes ventajas de producir en Latinoamérica: No nos hemos encontrado frente a una situación de innovar o morir. Buenos climas, buenos suelos, mano de obra barata, socios comerciales que quieren nuestros productos… Todo esto y más nos ha relegado. Lo sabemos porque ahora lo vemos. Ahora que el agro está cambiando, los suelos están degradados, los climas están cambiando y la mano de obra está faltando.
La tecnificación y automatización no son opcionales. No digo que son la solución a todos nuestros problemas, pero si digo que deben formar parte de la ecuación. Por ello, cada que escucho a alguien quejarse, cuando lee una noticia sobre un nuevo robot que puede hacer tal o cual cosa, me da pena.
Esos avances no los va a detener nadie, por lo que hay que darle la bienvenida a esos desarrollos tecnológicos.
Más bien, lo verdaderamente preocupante es que absolutamente nadie estamos trabajando en diseñar estrategias para que el agro tradicional y el agro moderno no choquen, sino que se complementen.
Nuestra sociedad es capitalista y eso se nota: La premisa es que que cada quien se acomode donde pueda y como pueda. Y esto también aplica al agro, lamentablemente.