Etapas fenológicas del cultivo de mamey

Análisis fenológico: Etapas fenológicas del cultivo de mamey

El cultivo de Pouteria sapota —conocido comúnmente como mamey— presenta una sucesión compleja de procesos fenológicos que van desde la brotación hasta la maduración del fruto, y comprender cada etapa fenológica es esencial para optimizar la productividad, calidad de fruto y manejo agronómico del huerto. El primer gran estadio incluye la fase de brotación de las yemas y el crecimiento vegetativo inicial: en esta etapa el árbol concentra recursos metabólicos en la expansión de la hoja nueva, la elongación del tallo y el establecimiento de estructuras fotosintéticas, de modo que la planta adquiere la capacidad de sostener una futura producción de flores y frutos. Durante este periodo, la nutrición del árbol debe enfocarse en nitrógeno y potasio moderado, favoreciendo también un adecuado balance hídrico, ya que raíces poco desarrolladas o suelos mal drenados pueden limitar la transición hacia el siguiente paso. Una buena correlación entre crecimiento vegetativo adecuado y el siguiente estadio es clave porque un árbol vigoroso en este sentido entra en mejor posición al momento de inducir la floración.

A continuación se produce el estadio de indución floral, en el cual el árbol cambia parte de su actividad desde el crecimiento vegetativo hacia la génesis de flores, proceso que en mamey se ve favorecido por condiciones climáticas cálidas (aunque no extremo calor), estabilidad hídrica y un adecuado régimen nutricional. En esta fase, las yemas florales emergen y comienzan a desarrollarse en los ejes de ramas que recientemente completaron su expansión y endurecimiento. Estudios sobre la floración del mamey indican que las inflorescencias emergen de las axilas foliares de ramas jóvenes y que la duración de la anáfisis puede variar sensiblemente según la estación, desde seis días en invierno hasta solo un día en verano. Este carácter de floración cíclica y estacional remarca la necesidad de un manejo fino: la inducción floral marca la entrada del cultivo en la fase reproductiva, y su éxito repercute directamente en la carga de fruta futura.

La etapa de anthesis y cuajado ocurre cuando las flores maduras se abren, se produce la polinización (interna en la mayoría de los casos dado que las flores del mamey son hermafroditas), y el ovario inicia su transformación hacia fruto. En este estadio se observa un patrón de floración en racimos que brotan aproximadamente cada siete días, pero con decremento progresivo en el número de flores abiertas en cada nuevo brote. Los estudios citados muestran que la ubicación de la flor alrededor de la rama influye en el éxito del cuajado: las flores situadas en el cuadrante superior del plano de la rama tienen mayor probabilidad de cuajar, aunque luego suelen presentar alta caída, de modo que el fruto final se concentra en otros cuadrantes hacia la madurez. Esta fase es críticamente sensible al estrés hídrico o nutricional porque cualquier deficiencia puede incrementar la abscisión floral o la caída de fruto joven, afectando la densidad frutal.

Una vez que el cuajado queda asegurado y los frutos jóvenes emergen, se inicia la larga fase de crecimiento del fruto, que en el caso del mamey transcurre durante un período que va de 13 a 24 meses desde la floración hasta la cosecha. Durante este intervalo, el fruto pasa por incrementos en diámetro, acumulación de materia seca, conversión de azúcares y desarrollo de pigmentos en el mesocarpio. En esta fase es cuando ocurre la mayor acumulación de nutrientes como potasio, así como el desarrollo de compuestos funcionales (fenoles, carotenoides) que determinan la calidad del fruto. Desde un punto de vista agronómico, mantener un suministro constante de agua durante el crecimiento temprano reduce la caída y asegura uniformidad; del mismo modo, una fertilización adecuada ayuda a sostener el crecimiento del fruto hasta alcanzar el tamaño comercial deseado.

Al progresar la fase de crecimiento del fruto, el cultivo entra en la etapa de maduración fisiológica, momento en el cual el fruto completa su desarrollo interno, la textura cambia, el color del mesocarpio se intensifica (generalmente de verde a rosa-rojizo en mamey) y comienzan los cambios metabólicos hacia la ri­pilización. En este punto, una estrategia de cosecha adecuada debe considerar que el fruto del mamey es climatérico, es decir, continúa su maduración tras la cosecha pero debe alcanzarse un grado mínimo de desarrollo para que se produzca dentro de condiciones óptimas. Durante esta última fase el contenido de sólidos solubles se incrementa, mientras que la acidez disminuye, mejorando el sabor y prolongando la vida útil. Los daños por cosecha prematura son frecuentes si el mesocarpio no ha alcanzado el color característico o la firmeza adecuada.

Finalmente se llega al estadio de cosecha y poscosecha, en el cual la recolección debe realizarse cuando el fruto ha alcanzado el nivel óptimo de madurez fisiológica, de lo contrario la calidad comercial se reduce. En mamey se recomienda como índice de madurez examinar el color debajo de la capa superficial del fruto: si al hacer un pequeño corte aparece una coloración rosa-marrón, se considera el momento adecuado. Luego de la cosecha, la gestión poscosecha cobra importancia: almacenamiento a unos 14°C, humedad relativa del 90-95 % y evitar temperaturas de refrigeración muy bajas (>5 °C) para impedir daños por frío. El entendimiento del momento óptimo de cosecha es clave pues la variabilidad fenológica entre cultivares permite que en un mismo árbol coexistan flores, frutos inmaduros y maduros simultáneamente, lo que exige una planificación cuidadosa de la recolección.

Este esquema fenológico, desde brotación hasta poscosecha, se debe respetar dentro del diseño de manejo agronómico: la densidad de flores inducidas, la tasa de cuajado y la duración del crecimiento del fruto condicionan la duración del ciclo total y por lo tanto la planificación de la huerta. En el caso del mamey, la duración tan prolongada de desarrollo del fruto implica que la carga frutal del árbol debe gestionarse con cuidado (por ejemplo mediante raleo) para evitar que los frutos compitan entre sí y reduzcan calidad. A su vez, la secuencia de etapas exige un calendario agrícola que incluya fertilización fraccionada, riego continuo, monitoreo de poda y revisión de daños de plagas y enfermedades en cada fase. Por ejemplo, la caída excesiva en la etapa de cuajado sugiere estrés hídrico o deficiencias de nutrientes, mientras que frutos que se estancan en tamaño en la fase de crecimiento pueden indicar limitaciones de suelo o competencia interna.

La comprensión de las etapas fenológicas del mamey permite integrar decisiones desde la plantación hasta la cosecha, con un enfoque que conecta fisiología, nutrición, riego y manejo de plagas y enfermedades. Estas etapas no son simplemente un cronograma, sino una serie de transiciones funcionales que reflejan cambios hormonales, metabólicos y estructurales del árbol y del fruto. En la práctica agronómica, un cultivo que reciba el riego adecuado durante el cuajado, la suficiente nutrición durante el crecimiento del fruto y una cosecha en el momento óptimo resulta en una mayor proporción de frutos de calidad, mayor vida útil y menor pérdida postcosecha. Dado que el mamey puede presentar flores y frutos en diferentes estados en una misma planta, implementar un monitoreo fenológico preciso permite ajustar intervenciones agronómicas según la fase dominante del ciclo.

En síntesis, revisar de forma sistemática cada etapa —brote, inducción floral, anthesis-cuajado, crecimiento del fruto, maduración y cosecha— ofrece una ruta para optimizar la producción de mamey desde un enfoque técnico-científico; al hacerlo, se potencia tanto la eficiencia productiva como la calidad del fruto, lo que resulta imperativo para su cultivo comercial y sustentable en los trópicos.

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