El cultivo de nopalitos (Opuntia ficus‑indica) se caracteriza por un ciclo fenológico que articula de manera precisa el crecimiento vegetativo, la diferenciación reproductiva y el aprovechamiento comercial del cladodio joven, y esta secuencia, lejos de ser mecánica, exige un entendimiento profundo del equilibrio entre ambiente, planta y manejo agronómico. Inicia con la fase de establecimiento que abarca desde la plantación o propagación de cladodios hasta la consolidación del enraizamiento activo y la emisión de nuevos brotes. Durante este período, el desarrollo radicular y la expansión inicial del tejido fotosintético definen la capacidad del sistema para sostener actividad metabólica y absorción de recursos en etapas posteriores. Un asentamiento deficiente o condiciones adversas en esta etapa recortan futuros rendimientos, pues la planta arranca con menor vigor y reserva, lo que condiciona la dinámica del cultivo.
Superada la fase inicial, el cultivo entra en la etapa de expansión vegetativa activa, momento en el que se produce un crecimiento significativo de los cladodios jóvenes destinados al consumo como nopalitos. Durante esta fase, la planta redistribuye asimilados hacia la elongación, ensanchamiento y engrosamiento del cladodio, incrementando la superficie fotosintética y mejorando la absorción de agua y minerales. En esta fase el manejo agronómico debe asegurar una fertilización equilibrada, especialmente en nitrógeno, potasio y calcio, así como un régimen hídrico que evite estrés. El tamaño, la consistencia y la calidad del cladodio se definen aquí: un crecimiento lento o irregular compromete carbones fotosintéticos y nutrientes que podrían dedicarse a carga vegetal o reproductiva. Esta fase es clave para la productividad del nopalito, dado que la exportación del cladodio uno o dos años después depende del vigor construido en esta etapa.
Cuando los cladodios alcanzan cierta edad y la planta ha cumplido reservas y crecimiento vegetativo, inicia la fase de diferenciación reproductiva, que comprende la formación de yemas florales, su desarrollo hasta botón visible y la apertura de flores. En Opuntia ficus-indica la ciencia ha documentado que la emisión de brotes vegetativos y la diferenciación de yemas florales dependen del nivel de vigor del cladodio, de la edad del tejido y de condiciones ambientales como temperatura y disponibilidad de agua. La floración, aun cuando el producto comercial no sea la fruta sino el propio cladodio joven, representa una fuerte demanda de recursos de la planta, y puede generar competencia entre crecimiento vegetativo y reproducción. En casos de sobrecarga floral, el número de cladodios destinados al consumo puede verse afectado, pues la planta invertirá mayor parte de sus asimilados en la producción de flores y frutos. Controlar esta fase de diferenciación resulta esencial para dirigir el comportamiento del cultivo hacia el rendimiento deseado.
A continuación de la floración se despliega la etapa de cuajado y desarrollo de fruto, aunque en la producción de nopalitos este proceso no se persigue como principal fin, sino como evento que compete con la expansión vegetativa. No obstante, su ocurrencia tiene implicancias directas en el rendimiento del cladodio comercial; el fruto requiere recursos, y la planta ajusta su asignación de asimilados entre tejidos vegetativos y reproductivos. En el estudio de variedades de Opuntia se ha observado que la curva de crecimiento del fruto puede responder a un patrón sigmoide o doble-sigmoide, dependiendo de la especie o cultivar, y que factores como temperatura, irradiación y nutrición modifican la duración de esta fase. La gestión agronómica debe considerar este aspecto: una carga frutal elevada en un año puede implicar menor producción de cladodios para consumo en el siguiente, debido a agotamiento de reservas y al desplazamiento del crecimiento vegetativo. Por tanto, la decisión de suprimir o moderar la floración-fructificación en sistemas orientados al nopalito puede optimizar el equilibrio entre vegetativo y reproductivo.
Posteriormente, llega el momento de cosecha de nopalitos, que corresponde a la extracción de cladodios jóvenes con el tamaño, turgencia y consistencia adecuados para consumo. El momento óptimo de corte se determina por grosor del cladodio, su firmeza, menor lignificación y ausencia de espinas prominentes, lo cual exige seguimiento fenológico del crecimiento de cladodios y de la edad del tejido. Si la cosecha es prematura, los cladodios pueden tener menor tolerancia de postcosecha, menor sabor o textura requeridos; si es tardía, pueden presentar mayor contenido fibroso o de oxalatos, lo que afecta su valor comercial. La frecuencia de cosecha, la selección de los cladodios según edad y diámetro, y la continuidad del ciclo de producción dependen de la sincronía entre crecimiento vegetativo y extracción. La fenología del cladodio debe monitorearse para no comprometer la capacidad de regeneración de la planta y mantener rendimiento sostenible en el tiempo.
Al comprender estas fases conviene reconocer que la fenología del nopalito está profundamente condicionada por la interacción ambiente–planta. Elementos como temperatura diurna y nocturna, fotoperíodo, humedad del suelo, irradiación y disponibilidad de agua impactan la velocidad de brotación, la maduración del cladodio, la emisión de yemas reproductivas y la calidad del producto. Por ejemplo, investigaciones han mostrado que condiciones de alta temperatura durante el desarrollo del cladodio favorecen mayor proporción vegetativa sobre reproductiva, mientras que déficit hídrico prolongado puede retardar la expansión de cladodios y reducir su calidad. La plasticidad fenológica del género Opuntia permite adaptarse a múltiples climas, pero el manejo agronómico debe ajustarse al contexto local y al cultivar específico para optimizar cada etapa.
La adopción de un enfoque de manejo fenológico integrado transforma el calendario de cultivo en una herramienta de precisión. Esto implica establecer indicadores de brotación, expansión de cladodios, comienzo de floración, cuajado y momento de cosecha, y vincular cada uno a decisiones de riego, nutrición y poda. En la práctica, esto significa ajustar la dosis de fertilización en la fase de expansión vegetativa, priorizar o reducir la emisión de flores según la estrategia de producción, definir el momento de corte del cladodio y reprogramar reflujos de asimilados según carga vegetal. La fenología se convierte en un lenguaje operativo para alinear las intervenciones con el estado fisiológico de la planta, en lugar de actuar con calendario fijo desconectado de la realidad del cultivo.
La inversión en el conocimiento fenológico del cultivo de nopalitos ofrece beneficios concretos: permite anticipar momentos críticos de vulnerabilidad —como brotación o floración—, reducir el riesgo de competencia interna entre órganos vegetativos y reproductivos, optimizar el tamaño y calidad del cladodio al momento de cosecha y mantener niveles de producción estables a lo largo del tiempo. Dado que el cladodio joven es el principal producto, dirigir la planta hacia un equilibrio vegetativo pronunciado, controlado y bien calendarizado se vuelve esencial para el éxito agronómico. El ciclo fenológico deja de ser un mero acompañamiento pasivo del cultivo y se convierte en la base para una gestión clara, informada y eficaz del nopalito.
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