El agro crece, pero la desconexión continua.

¿Tenemos que volver al extensionismo agrícola para impulsar a la agricultura?

Con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) de 1994, en México se dio un cambio de paradigma en materia agrícola: Nos volcamos a la producción hortofrutícola, para exportar a Estados Unidos a precios altos; al mismo tiempo, la producción de granos básicos quedó un poco a su suerte, pues el acceso a las importaciones baratas nos permitió satisfacer la demanda nacional.

En este sentido, los programas gubernamentales de extensionismo agrícola perdieron su importancia, al grado de que para la década del 2000, habían dejado de existir.

La lógica nos decía que el futuro agrícola de México estaba en la industria hortofrutícola, con la producción y exportación de productos tales como aguacate, mango, berries, tomate, pepino, pimiento, etc., productos que los agricultores nacionales vendían a buen precio a nuestro vecino del norte.

Bajo dicha lógica los agricultores debían obtener alta rentabilidad, más que suficiente para pagar por los asesores técnicos que requerían para mejorar cada temporada. Y si bien así ha funcionado el sector desde entonces, lo cierto es que la falta de extensionistas agrícolas sigue sintiéndose en el agro mexicano.

Por supuesto, hay quienes realizan la labor de extensionistas, incluso sin que sea su objetivo principal, lo que ha ayudado a que la problemática se mantenga controlada.

Los primeros que debo mencionar son los ingenieros de campo que trabajan para alguna empresa o que asesoran por cuenta propia. Su trabajo implica la transmisión de conocimientos técnicos a la práctica, un proceso que une de cierta manera al desarrollo científico y tecnológico con el día a día en campo.

De hecho, muchas empresas manejan un esquema de extensionismo sin nombrarlo como tal, pues contratan profesionistas cuyo trabajo es trasladar las innovaciones de la empresa hacia los agricultores, lo que implica también una transmisión de conocimientos y experiencias.

Entonces, las empresas son las que están pagando muchos de los costos que implica hacer extensionismo agrícola. Lo hacen, siempre y cuando se genere negocio ―lo cual es totalmente comprensible―, por lo que si no ven un aumento de su rentabilidad con un determinado cultivo o en una cierta región, entonces lo dejan de hacer y los agricultores quedan más desamparados.

Luego, por otro lado están los investigadores agrícolas, que para beneficio de todos, están participando cada vez más en diversos tipos de eventos, como ponentes y capacitadores. Quizá su participación no tiene impacto directo en los agricultores, pero según lo que he visto, su impacto es indirecto, mediante la constante capacitación de los ingenieros de campo, quienes después “traducen” lo aprendido a los agricultores.

Este sistema parece funcionar, y de hecho lo hace, para los productos de alto valor; pero si volteamos a granos básicos la historia es distinta, y la falta de programas de extensionismo agrícola queda en evidencia.

Por ejemplo, no podemos decir que un agricultor de aguacate esté abandonado a su suerte, porque constantemente es visitado por ingenieros de diversas empresas de los que puede obtener retroalimentación sobre su cultivo. Es más, podría no comprarles nada a la mayoría de ellos, pero el simple hecho de dedicarles algo de tiempo le puede permitir obtener información valiosa de forma constante.

No pasa lo mismo con un productor de maíz. Hace poco entrevisté a un profesionista que se dedica a la asesoría de productores de maíz criollo. Me comentó que había agricultores a los que prácticamente no los visitaba nadie durante la temporada (por la falta de recursos para invertir).

Y también me dijo que era difícil romper el ciclo: si este tipo de agricultores no tiene dinero para invertir, no puede acceder a mejor tecnología (semillas mejoradas, productos de protección vegetal, etc.), y por lo tanto no puede mejorar su productividad. Entonces, mientras no mejore su productividad no pueden obtener más ingresos.

Justamente por esta razón es que hace falta un programa gubernamental de extensionismo agrícola. Luego nos preguntamos por qué el agro no avanza rápido… Pues porque la gran mayoría de agricultores en este país están atorados.

Según el profesor-investigador de la Universidad Autónoma Chapingo, Aurelio Bastida, en 2022 el 73% de los agricultores en México eran productores de autoconsumo, más un 8% de agricultores de transición.

Este 81% de agricultores son los que suelen ser invisibles. Están ahí pero nadie les hace mucho caso. Las empresas no le entran porque el negocio es mínimo y las complicaciones grandes.

¿Y el 19% restante? Bueno, estos son los agricultores que las industrias se están peleando. Hay un 10% de empresarios pequeños, un 8% de empresarios medianos y un 1% de empresarios grandes.

No hay forma de decir que no se requiere extensionismo agrícola. En varias ocasiones he escuchado que en lugar de pelearnos por la rebana de pastel hay que hacer el pastel más grande; pero luego nadie sabe cómo lograrlo. Pues bien, aquí está la clave…

Un programa de extensionismo agrícola gubernamental que tenga como objetivo llevar a niveles comerciales a los pequeños agricultores, digamos, en un plazo de 3 años. Darles el impulso inicial a estos agricultores les permitirá desarrollar su negocio, para que en algún momento requieran semillas, maquinaria, insumos, tecnologías, etc., beneficiando así a toda la cadena.

Hace poco di una charla sobre maíz, y para ello platiqué con varios especialistas en este cultivo. En lo que concordaban es que, quizá no lo parezca a primera vista, pero hay una desconexión muy profunda entre academia, industria y campo, y que muchos agricultores están convencidos de que han sido abandonados a su suerte. Yo les llamo los agricultores invisibles.

Es fácil perder la noción de que el campo aún está desconectado en su mayoría. Yo mismo he caído en este error, porque trabajé 8 años en la industria de las berries, una de las más conectadas y que más atención recibe; por lo que es fácil llegar a pensar que todo el agro es así, cuando lo cierto es que se trata más bien de una excepción a la regla.

Claro, no minimizo los avances de quienes son punta de lanza en cualquier aspecto relacionado con el agro. Estos pioneros son indispensables para ir jalando de la carreta. Pero no debemos perder de vista que la mayoría de agricultores en México no saben cómo dar el paso hacia el siguiente nivel, y necesitan un empujoncito para lograrlo.

Que esto no se trata de “no avanzas porque no quieres”, como nos quieren hacer creer muchas veces. Si los grandes agricultores a veces requieren que les den una mano, ahora imagina los pequeños.

Sin extensionismo la desconexión continuará.

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