El boro (B) es un micronutriente esencial para las plantas, involucrado en procesos fundamentales como la formación de la pared celular, la división celular y el transporte de carbohidratos. Su absorción y transporte dentro de la planta están determinados por factores fisiológicos y ambientales que regulan su disponibilidad y movilización.
La absorción del boro ocurre principalmente a través de las raíces, específicamente en las células de la epidermis y la corteza. Este proceso se lleva a cabo mediante mecanismos pasivos y activos. La principal forma en que el boro se encuentra en el suelo es como ácido bórico (H₃BO₃), una molécula no ionizada que atraviesa las membranas celulares por difusión pasiva a través de canales de agua llamados acuaporinas. En condiciones de baja disponibilidad de boro en el suelo, las plantas pueden activar mecanismos específicos que implican transportadores de alta afinidad para captar este elemento de forma más eficiente.
Una vez dentro de la planta, el transporte de boro es principalmente pasivo, siguiendo el flujo de transpiración del agua. Esto significa que las plantas dependen en gran medida de la transpiración para mover el boro desde las raíces hasta los tejidos aéreos. El boro se moviliza a través del xilema, pero su redistribución dentro de la planta es limitada, especialmente en especies donde el boro tiene baja movilidad en el floema. Esto hace que las deficiencias de boro se manifiesten primero en los tejidos jóvenes o en órganos en desarrollo como flores y frutos, que requieren mayores cantidades de este nutriente.
Sin embargo, en algunas especies de plantas, como ciertas leguminosas y frutales, el boro puede formar complejos con compuestos orgánicos como polialcoholes, lo que permite su transporte a través del floema hacia diferentes partes de la planta. Este mecanismo es particularmente importante en tejidos con baja actividad transpiratoria.
El transporte de boro también puede estar influenciado por el pH del suelo, la textura, la materia orgánica y la disponibilidad de agua. Su deficiencia o toxicidad pueden causar daños significativos en el crecimiento y desarrollo de la planta, por lo que la gestión adecuada de este micronutriente es crucial para la producción agrícola. Una comprensión detallada de estos mecanismos permite optimizar su fertilización y asegurar una nutrición equilibrada.