Etapas fenológicas del cultivo de chícharo

Análisis fenológico: Etapas fenológicas del cultivo de chícharo

El chícharo, Pisum sativum L., condensa en su ciclo vital una serie de procesos fisiológicos que revelan la precisión con que las leguminosas sincronizan su crecimiento con el ambiente. Como planta anual de metabolismo C₃, su desarrollo responde a una secuencia de fases que integran señales lumínicas, térmicas y hormonales. Las etapas fenológicas del chícharo, aunque visualmente discretas, representan complejos equilibrios bioquímicos que determinan la eficiencia del cultivo. Comprenderlas implica observar cómo una semilla, cargada de reservas, despliega un conjunto de estrategias metabólicas diseñadas por la evolución para asegurar la supervivencia y la producción de semillas viables bajo un rango limitado de condiciones climáticas.

El punto de partida es la germinación, una fase donde la vida suspendida del embrión se reactiva mediante la absorción de agua. Este proceso, impulsado por gradientes osmóticos, hidrata el tegumento y activa enzimas como amilasas, proteasas y lipasas, responsables de degradar los compuestos de reserva acumulados en los cotiledones. Las giberelinas desempeñan un papel central en esta reactivación, al inducir la síntesis de las enzimas hidrolíticas en las capas externas del embrión. En condiciones óptimas —temperaturas entre 18 y 22 °C y humedad superior al 70 %—, la radícula emerge en 3 a 5 días, seguida por el hipocótilo, que se arquea hacia la superficie y arrastra consigo los cotiledones. El éxito de esta fase define el vigor del cultivo: un sustrato mal aireado o un exceso de sales puede provocar asfixia radicular y reducir la emergencia, afectando de forma irreversible la densidad y uniformidad del cultivo.

A partir de la emergencia, la planta entra en la fase vegetativa, caracterizada por la expansión foliar y la formación del sistema radicular. Las primeras hojas, simples, son sustituidas por hojas compuestas con foliolos y zarcillos, estructuras que reflejan la adaptación del chícharo al soporte mecánico y la captura eficiente de luz. La fotosíntesis se intensifica y con ella la síntesis de carbohidratos que sostienen la elongación del tallo. Al mismo tiempo, las raíces principales desarrollan nódulos, formaciones simbióticas donde bacterias del género Rhizobium fijan nitrógeno atmosférico en forma de amonio. Esta asociación transforma al chícharo en un organismo parcialmente autosuficiente en nitrógeno, lo que reduce su dependencia de fertilizantes sintéticos y modifica el balance energético del sistema. La nodulación activa es, en sí misma, una subetapa fenológica crítica: si el suelo carece de cepas compatibles o presenta pH extremos, la fijación simbiótica se ve limitada, afectando el crecimiento vegetativo y la futura formación de vainas.

Con el crecimiento estabilizado, la planta transita hacia la fase de diferenciación floral, un momento fisiológico donde el meristemo apical cambia su destino celular y se transforma en un órgano reproductivo. Este proceso está determinado por la interacción entre el fotoperiodo y la temperatura. Pisum sativum es una especie de día largo facultativa: aunque puede florecer bajo fotoperiodos cortos, la duración del día superior a 13 horas acelera la inducción floral. Internamente, la activación de los genes FT y LFY promueve la síntesis del florígeno, una señal móvil que viaja desde las hojas hasta el ápice. Allí, el equilibrio entre auxinas, citoquininas y giberelinas define la morfogénesis de las yemas florales. Cualquier estrés en esta etapa —déficit hídrico, exceso de nitrógeno o deficiencia de fósforo— puede inducir abortos florales y reducir el número potencial de vainas.

La floración es breve, pero crucial. Cada flor, hermafrodita y zigomorfa, surge de las axilas de las hojas superiores y permanece abierta por uno o dos días. La polinización, predominantemente autógama, se produce antes de la apertura completa de la flor, lo que asegura una alta tasa de fecundación y baja variabilidad genética. Sin embargo, las abejas y otros himenópteros pueden incrementar la variabilidad mediante polinización cruzada, especialmente en condiciones de alta densidad floral. La morfología de la flor del chícharo, con su estandarte, alas y quilla, representa una adaptación evolutiva para proteger los órganos reproductivos y garantizar la eficiencia del proceso. Durante esta etapa, el consumo de carbohidratos y nutrientes aumenta drásticamente: la planta prioriza la formación de estructuras reproductivas, sacrificando el crecimiento vegetativo en favor de la fertilidad.

Una vez fecundado el óvulo, comienza la formación de vainas, una etapa de gran demanda energética donde se manifiesta la transición del metabolismo estructural al de almacenamiento. Los ovarios se transforman en legumbres alargadas, y el pericarpio crece impulsado por la división y expansión celular mediadas por giberelinas. En su interior, las semillas en desarrollo acumulan almidón, proteínas y fitatos, resultado de una compleja red de transporte de asimilados. La hoja bandera y las inmediatamente inferiores se convierten en las principales fuentes de fotoasimilados que fluyen hacia las vainas, definidas ahora como sumideros metabólicos. La eficiencia de esta transferencia determina la cantidad y el peso de las semillas. Factores como la radiación solar, la disponibilidad de agua y el nivel de potasio en el suelo son determinantes, ya que este último regula la apertura estomática y el transporte de azúcares a través del floema.

El llenado de grano constituye la fase más crítica para la calidad del cultivo. Durante esta etapa, los compuestos solubles se transforman en reservas insolubles que incrementan el peso seco de la semilla. El metabolismo de sacarosa-fosfato sintasa y ADP-glucosa pirofosforilasa sostiene la acumulación de almidón en los cotiledones, mientras la actividad de nitrato reductasa y glutamina sintetasa favorece la síntesis de proteínas. La tasa de llenado es altamente sensible a la temperatura: valores por encima de 30 °C reducen la actividad enzimática y aceleran la senescencia, lo que resulta en semillas arrugadas o mal llenas. Por el contrario, condiciones frescas y moderadas prolongan el llenado y mejoran la composición bioquímica. El estrés hídrico o nutricional en este punto genera una reducción irreversible del rendimiento, pues la planta ya ha completado su diferenciación estructural y depende únicamente del balance fisiológico.

Cuando las semillas alcanzan su peso máximo, la planta entra en la madurez fisiológica. La humedad de las vainas disminuye hasta valores cercanos al 40 %, los tejidos verdes se tornan amarillentos y las hojas inferiores se secan. Internamente, la respiración celular declina y se acumulan inhibidores del crecimiento como el ácido abscísico, que induce la deshidratación de las semillas y su transición hacia la dormancia. Este proceso permite que el embrión adquiera tolerancia a la desecación, garantizando su viabilidad para la próxima generación. La planta completa así su ciclo biológico, cerrando el flujo de nutrientes y redistribuyendo los remanentes hacia las estructuras reproductivas. La lignificación de las vainas y la pérdida de turgencia marcan el punto óptimo de cosecha para semillas secas; si el destino es el consumo fresco, la recolección se realiza antes de esta madurez completa, cuando las semillas aún son tiernas y de alto contenido azucarado.

El conocimiento preciso de las etapas fenológicas del chícharo permite un manejo agronómico más eficiente. Durante la fase vegetativa, la aplicación de nitrógeno debe ser moderada para evitar un crecimiento exuberante que retrase la floración. En cambio, el fósforo y el molibdeno son esenciales para el desarrollo de raíces y nódulos, mientras que el calcio mejora la integridad de las paredes celulares y reduce el aborto floral. El riego, por su parte, debe ajustarse a los momentos de máxima demanda: germinación, floración y llenado de grano. La observación fenológica no solo guía la programación del manejo, sino que permite anticipar el impacto de las condiciones climáticas, especialmente frente a olas de calor o periodos de sequía.

El ciclo de Pisum sativum es una secuencia de transiciones fisiológicas donde cada etapa prepara la siguiente en un flujo continuo de energía y materia. La germinación anticipa la nodulación; la floración, el llenado de semilla; y la madurez, el reinicio potencial del ciclo biológico. En su brevedad, el cultivo encarna la lógica evolutiva de las leguminosas: transformar el aire en nitrógeno útil, la luz en biomasa y el tiempo en alimento. Su fenología no es solo un calendario agronómico, sino una coreografía precisa entre el ambiente, la fisiología y la genética, una evidencia de cómo la vida vegetal se sincroniza con los ritmos planetarios para perpetuar su función más esencial: reproducirse y alimentar la continuidad de la vida.

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