Artículo: La agroecología como rama de la agronomía

La agroecología como rama de la agronomía

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La agroecología es una rama de la agronomía que estudia los sistemas agrícolas desde una perspectiva integral, considerando las interacciones entre los componentes biológicos, físicos, sociales y económicos que los conforman. Su objetivo principal es diseñar y gestionar agroecosistemas sostenibles, capaces de producir alimentos, fibras y otros bienes de manera eficiente, mientras preservan los recursos naturales, fomentan la biodiversidad y promueven la equidad social.

A diferencia de otros enfoques agronómicos más especializados o tecnicistas, la agroecología adopta una visión sistémica. Analiza cómo las plantas, los animales, los microorganismos, el suelo, el agua y la atmósfera interactúan en un entorno agrícola determinado. Esto incluye el estudio de procesos como la ciclicidad de nutrientes, la dinámica de plagas y enfermedades, y el uso eficiente de los recursos disponibles. Su base científica combina principios ecológicos con conocimientos tradicionales y técnicas innovadoras, lo que la convierte en una disciplina interdisciplinaria.

Uno de los aspectos fundamentales que la agroecología aborda es la relación entre la agricultura y el medioambiente. Busca minimizar el impacto ambiental de las prácticas agrícolas mediante estrategias como la diversificación de cultivos, el manejo integrado de plagas, el uso de fertilizantes orgánicos y la conservación del suelo y el agua. Al hacerlo, se enfoca en mejorar la resiliencia de los sistemas agrícolas frente a desafíos como el cambio climático y la degradación de los ecosistemas.

La agroecología también presta atención a los aspectos socioeconómicos de la producción agrícola. Esto incluye la integración de los conocimientos locales, la promoción de cadenas de valor justas y la construcción de comunidades rurales más fuertes. Su enfoque participativo fomenta que los agricultores sean agentes activos en el diseño de soluciones adaptadas a sus necesidades específicas, lo que fortalece la autonomía y la sostenibilidad a largo plazo.

¿Cuándo surgió?

La agroecología como rama de la agronomía surgió a principios del siglo XX, en un contexto en el que las ciencias agrícolas comenzaban a considerar los principios ecológicos en la gestión de los sistemas agrícolas. Su desarrollo inicial estuvo influenciado por la necesidad de encontrar alternativas sostenibles ante los problemas derivados de la agricultura intensiva, como la degradación del suelo y la pérdida de biodiversidad. Aunque la agroecología se consolidó como disciplina formal en décadas posteriores, sus bases conceptuales se remontan a prácticas tradicionales que armonizaban la producción agrícola con la naturaleza.

El término “agroecología” fue utilizado por primera vez en 1928 por Basil Bensin, un agrónomo ruso-estadounidense que propuso una integración de los principios ecológicos en el manejo de los cultivos. Bensin fue pionero en destacar que los agroecosistemas deben ser entendidos como entidades dinámicas en las que las interacciones entre plantas, animales, suelo y clima son fundamentales para su sostenibilidad.

Otro personaje clave en el surgimiento de la agroecología fue Miguel Altieri, un científico chileno-estadounidense que, durante la década de 1980, promovió la agroecología como una ciencia aplicada a los pequeños agricultores en América Latina. Altieri desarrolló un enfoque que combinaba los conocimientos tradicionales con la ciencia moderna para diseñar sistemas agrícolas resilientes y sostenibles. Su trabajo ha sido especialmente relevante para vincular la agroecología con la justicia social y el desarrollo rural.

Durante el siglo XX, otros científicos como Stephen Gliessman también desempeñaron un papel importante en el desarrollo de la agroecología como disciplina académica. Gliessman, en particular, elaboró marcos teóricos que ayudaron a definir los principios ecológicos que sustentan los agroecosistemas. Su obra fue crucial para integrar la agroecología en los programas de enseñanza universitaria y en proyectos de investigación aplicada.

En su surgimiento, la agroecología tomó elementos de diversas disciplinas, como la ecología, la agronomía y las ciencias sociales, para proponer una visión holística de la agricultura. Aunque inicialmente se centró en cuestiones técnicas, su evolución incluyó una perspectiva socioeconómica que buscaba empoderar a las comunidades rurales y fomentar prácticas agrícolas más éticas y sostenibles. Estos principios, fundamentados en el trabajo de los primeros investigadores y en las prácticas tradicionales, han permitido que la agroecología se convierta en un pilar de la agricultura sostenible en la actualidad.

¿Qué cambios ha tenido?

La agroecología ha experimentado una evolución significativa desde su surgimiento hasta la actualidad, adaptándose a los desafíos y necesidades de cada época. En sus inicios, durante la primera mitad del siglo XX, la agroecología se centraba en integrar los principios de la ecología a la agronomía para entender las interacciones entre los elementos biológicos y físicos en los sistemas agrícolas. Esta perspectiva era principalmente técnica y científica, con un énfasis en mejorar la eficiencia y sostenibilidad de la producción agrícola.

En las décadas posteriores, particularmente a partir de los años setenta, la agroecología comenzó a incorporar aspectos sociales y culturales en su enfoque. Este cambio fue impulsado por la necesidad de enfrentar los problemas derivados de la agricultura industrializada, como la degradación del suelo, la contaminación por agroquímicos y la pérdida de biodiversidad. Durante este período, la agroecología evolucionó hacia un modelo más holístico, considerando no solo los aspectos ecológicos, sino también los impactos sociales y económicos de las prácticas agrícolas. La integración de los saberes tradicionales de las comunidades rurales se convirtió en un pilar fundamental, reconociendo el valor de los conocimientos ancestrales en la gestión sostenible de los agroecosistemas.

En los años ochenta y noventa, la agroecología vivió una transformación clave al posicionarse como una ciencia aplicada al desarrollo rural sostenible. Este cambio fue liderado por investigadores como Miguel Altieri, quien destacó la importancia de diseñar sistemas agrícolas resilientes que beneficiaran especialmente a los pequeños agricultores. La agroecología comenzó a consolidarse no solo como un enfoque técnico, sino como un movimiento social que buscaba justicia ambiental, seguridad alimentaria y equidad para las comunidades rurales. Durante este período, también se ampliaron las investigaciones sobre agroecosistemas diversificados y técnicas de manejo integrado, promoviendo prácticas agrícolas regenerativas.

En la actualidad, la agroecología ha alcanzado un estatus global y es reconocida como una solución integral para enfrentar los retos del cambio climático, la pérdida de recursos naturales y las desigualdades en el acceso a alimentos. Ha pasado de ser una disciplina marginal a ser un enfoque respaldado por instituciones internacionales como la FAO, que promueven su adopción como parte de las políticas públicas. La agroecología moderna incorpora herramientas digitales y tecnologías avanzadas para optimizar los sistemas agrícolas, pero mantiene su esencia al priorizar la sostenibilidad, la resiliencia y el bienestar social.

A lo largo de este proceso, la agroecología ha ampliado su alcance, evolucionando de un enfoque técnico a un paradigma transformador que abarca ciencias naturales, sociales y económicas. Este cambio ha permitido que esta rama de la agronomía se posicione como una alternativa viable frente a los sistemas agrícolas convencionales, adaptándose a un mundo cada vez más complejo y exigente.

¿Cuáles son sus perspectivas?

La agroecología se perfila como una de las principales soluciones para enfrentar los retos globales del sector agrícola, posicionándose como un modelo indispensable para lograr la sostenibilidad y la resiliencia en los sistemas de producción de alimentos.

Su enfoque integrador, que combina principios ecológicos, sociales y económicos, está alineado con los objetivos de desarrollo sostenible establecidos por organismos internacionales como la FAO. Las perspectivas de la agroecología apuntan hacia su adopción masiva como una alternativa frente a los modelos agrícolas convencionales, especialmente en un contexto marcado por la crisis climática, la degradación de los recursos naturales y las crecientes demandas de alimentos de calidad.

Uno de los principales horizontes de la agroecología es su consolidación como base para la agricultura regenerativa. Este enfoque no solo busca minimizar el impacto ambiental de las actividades agrícolas, sino también revertir el daño ya existente mediante la restauración de ecosistemas y la promoción de la biodiversidad. En este sentido, la agroecología está orientada a prácticas como el manejo integrado de suelos, la rotación y diversificación de cultivos, y la incorporación de árboles en sistemas agroforestales, lo que contribuye a la captura de carbono y a la mitigación del cambio climático.

Otro aspecto clave en las perspectivas de la agroecología es su papel en la transformación de los sistemas alimentarios. Este modelo busca fortalecer las cadenas locales de suministro, reducir la dependencia de insumos externos y promover la soberanía alimentaria. En regiones vulnerables, la agroecología tiene el potencial de mejorar la seguridad alimentaria mediante la implementación de prácticas adaptadas a las condiciones locales, aprovechando tanto el conocimiento científico como los saberes tradicionales. Además, fomenta la equidad social al empoderar a pequeños agricultores y comunidades rurales, quienes se convierten en protagonistas del cambio hacia una agricultura más justa y sostenible.

La digitalización y la innovación tecnológica también están moldeando el futuro de la agroecología. Herramientas como la agricultura de precisión, los sistemas de información geográfica y las plataformas digitales están siendo adaptadas para fortalecer su implementación. Estas tecnologías permiten optimizar los recursos, monitorear los agroecosistemas y tomar decisiones basadas en datos, lo que incrementa la eficiencia y facilita la escalabilidad de las prácticas agroecológicas en diferentes contextos.

Finalmente, las perspectivas de la agroecología están vinculadas a su integración en las políticas públicas. Cada vez más gobiernos y organismos internacionales reconocen su potencial para abordar problemas complejos como la inseguridad alimentaria, las desigualdades sociales y la degradación ambiental. La agroecología no solo es vista como una herramienta técnica, sino como un movimiento transformador que puede redefinir la manera en que producimos y consumimos alimentos, estableciendo un equilibrio entre productividad, sostenibilidad y justicia social.

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