Las certificaciones agrícolas son necesarias desde diversos puntos de vista. En primer lugar se encuentra la cuestión de la inocuidad. Garantizar la inocuidad es fundamental para que un producto agrícola pueda ser comercializado. Sobre todo si se trata de productos cuyos consumidores se encuentran en otros países. Aunque por supuesto no se deben descuidar los mercados nacionales.
También está el hecho de la comercialización en sí misma. Aquí las certificaciones son fundamentales porque los consumidores de ciertos mercados, que suelen ser los mejores pagados, exigen cada vez más cuestiones. Por ejemplo, que el producto no haya sido elaborado con mano de obra esclava y que los trabajadores agrícolas sean tratados conforme la ley lo requiere, por mencionar solo un aspecto.
Las certificadoras brindan soluciones
Desde un punto de vista estricto el gobierno debería fungir como organismo certificador. Así se garantizaría que las certificaciones se cumplieran cual debe ser. Pero siendo realistas la estructura gubernamental no tiene la capacidad para atender esta actividad agrícola. Por tal motivo la certificación agrícola se ha dejado en manos de terceros, empresas especializadas en certificar.
Dichas empresas se encargan de alinear los requisitos solicitados por los mercados con los productores de los cultivos comercializados. Dicho de otra manera, una certificadora cumple como parte intermedia en un intercambio comercial. Los consumidores exigen ciertas garantías que deben ser cumplidas por los productores. Las certificadoras agrícolas tienen como objetivo facilitar el proceso.
Por tal motivo las empresas certificadoras facilitan la labor de certificar empresas y productos agrícolas. De otra manera sería complicado que los consumidores y los productores se pusieran de acuerdo. Sobre todo cuando se trata de productos que cruzan fronteras entre países. Porque las regulaciones agrícolas entre un país y otro pueden ser bastante diferentes.
El problema de las certificaciones
Ahora bien, la idea principal de la certificación agrícola es excelente. Aunque en la práctica quedan muchos problemas sin resolver. El primero de ellos es de una complejidad enorme porque involucra cuestiones políticas: ¿quién certifica a las certificadoras? En teoría deberían ser los gobiernos, aunque no en todos los casos ocurre así. Pero quizá el problema fundamental tiene que ver con otra cuestión.
La certificación agrícola es una actividad que implica mucho papeleo. De hecho la burocracia llega a ser tal que hay ocasiones en que la certificadora se enfoca más en el propio papeleo que en lo que se ve en campo. De esta manera la esencia de la certificación pierde todo su sentido. Lo que se debe buscar es garantizar los productos, y como parte de eso el papeleo debe estar bien hecho, pero no al revés.
Otro problema de las certificaciones agrícolas es su elevado costo. Esto deja fuera de competencia a la mayoría de pequeños productores y a buena parte de los medianos productores, siendo los grandes productores los más beneficiados al poder pagar las certificaciones y así poder acceder a diversos mercados.
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