Según las estimaciones más recientes de la FAO, la pérdida y el desperdicio de alimentos a nivel mundial asciende al 30% del total de alimentos producidos, una cantidad de escándalo sobre la cual se han hecho pocos avances para mitigar su impacto negativo.
La pérdida de alimentos hace referencia a todos aquellos alimentos que se pierden hasta antes de llegar a las tiendas minoristas, lo cual puede deberse a muchos problemas con la producción campo, pero también de postcosecha y transporte.
En cambio, el desperdicio se da desde los minoristas hasta los hogares, un proceso en el cual las frutas y verduras «feas», es decir, aquellas que no cumplen con ciertos estándares requeridos por los clientes, se quedan rezagadas hasta el punto en que terminan siendo mermas.
El problema con la «comida fea»
Los productos agrícolas deben cumplir con ciertos estándares de calidad y seguridad alimentaria, para que quienes los consuman estén seguros que no les harán daño. Sin embargo, en la actualidad prácticamente todos los productos agrícolas deben tener ciertas características físicas que los hacen más «deseables».
Si no cumplen con esas características físicas es poco probable que los consumidores los quieran, por lo que desde la cosecha en campo se suelen seleccionar los mejores productos de aquellos «que no son perfectos». Ya desde este punto se da una pérdida, pero aunque se seleccione lo mejor, en las tiendas ocurre una nueva selección de parte de los clientes.
Basta ir a un supermercado para ver como la «comida fea» no tiene cabida ahí, pues cada fruta y verdura parece un copia de sus similares, una dinámica que lleva muchas décadas en boga, por lo que los consumidores ajenos a la agricultura están acostumbrados a esa «perfección».
El dilema ético de la «comida fea»
Ahora bien, lo anterior implica que todos aquellos productos agrícolas que no cumplen con los «estándares de belleza» terminan en la basura, a pesar de que su contenido nutrimental sigue siendo el mismo y a pesar de que se gastaron recursos para su producción.
¿Es esto correcto? Si apelamos al sentido ético general la respuesta es no, pero como hemos creado una sociedad de consumo en donde la apariencia importa, los clientes hoy más que nunca son exigentes a la hora de comprar, pues incluso productos con un mínimo defecto son descartados inmediatamente.
La buena noticia es que hay una gran oportunidad de negocio para comercializar «frutas y verduras feas», y empresas como Imperfectus en España, e Imperfect Foods en Estados Unidos, han comenzado a capitalizar esta oportunidad, a través de cual disminuyen el desperdicio de alimentos al tiempo que ofrecen productos a precios más accesibles para los consumidores.
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