
El Estado Mundial de la Agricultura y la Alimentación es la principal publicación anual de la FAO y en su versión 2020 se centra en explicar cuáles son y cómo podemos superar los desafíos relacionados con el agua en la agricultura. El informe completo consta de 236 páginas, mientras que el resumen presenta 28 páginas solamente.
SOFA 2020
El SOFA 2020 está muy relacionado con el Objetivo de Desarrollo Sostenible 6, el cual consiste en garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos, un tema en el que se ve poco avance. La FAO estima que la producción agrícola de riego es responsable de más del 70% de las extracciones mundiales de agua, a pesar de que la agricultura de temporal es la que aporta la mayor parte de la producción mundial de alimentos.
También se estima que 1,200 millones de personas viven en zonas agrícolas que padecen niveles de estrés hídrico muy elevados que afectan a zonas de riego o una frecuencia de sequías muy alta que afecta a los pastizales y a tierras de cultivo de temporal. Además, aproximadamente el 11% del total de tierras de cultivo y el 14% de los pastizales padecen sequías recurrentes, mientras que más del 60% de las tierras de cultivo de riego acusan un estrés hídrico elevado.
El informe ofrece sugerencias sobre las líneas de actuación en 3 planos diferentes: 1) técnico y de gestión, 2) institucional y jurídico, y 3) normativo general.
En el plano técnico y de gestión un reto clave consiste en aprovechar el potencial de la agricultura de temporal mediante la mejora de la gestión del agua, lo que requerirá variedades más tolerantes a la sequía y estrategias de gestión innovadoras, así como sistemas de riego nuevos para el caso de la agricultura de riego.
En el plano institucional y jurídico un pilar fundamental será asegurar la tenencia del agua y de la tierra, que en combinación con mecanismos de comercio y de fijación de precios del agua, puede crear incentivos para un uso eficiente de los recursos hídricos.
En el plano normativo general será indispensable la coherencia y coordinación de las políticas públicas relacionadas con los recursos hídricos, tanto entre los distintos sectores y lugares como dentro de cada uno de ellos.
1. ¿Qué sabemos sobre el déficit hídrico y la escasez de agua en el mundo?
Si queremos lograr el hambre cero entonces necesitamos sistemas alimentarios sostenibles, en los cuales la gestión sostenible y equitativa de los recursos hídricos constituye un elemento fundamental, aunque los problemas por superar son de grandes dimensiones.
La seguridad alimentaria y la nutrición se ven cada vez más amenazadas por la escasez de agua, el desequilibrio entre el suministro y la demanda de agua dulce, y los problemas de calidad del agua, problemáticas que tienen serias repercusiones en los sistemas alimentarios.
Hay que considerar que las persistentes y graves sequías, acentuadas por el cambio climático, están ocasionando serios déficits de agua en la agricultura de temporal, por lo que los dos retos hídricos principales que afectan a la producción agrícola y alimentaria, son el déficit hídrico en la agricultura de temporal y la escasez de agua que afecta a la agricultura de riego.
Es por ellos que los retos que plantean el déficit y la escasez de agua deben tratarse de manera conjunta con los efectos previstos del cambio climático.
Se estima que unos 1,200 millones de personas, aproximadamente 1/6 parte de la población mundial, reside en zonas agrícolas con graves limitaciones de disponibilidad de agua, de las cuales 520 millones viven en Asia meridional y 460 millones en Asia oriental y sudoriental.
En Europa, América Latina y el Caribe, América septentrional y Oceanía sólo entre el 1% y el 4% vive en zonas con limitaciones extremas de disponibilidad de agua.
Otra estadística nos indica que 128 millones de hectáreas que representan el 11% de las tierras de cultivo de temporal, y 656 millones de hectáreas que representan el 14% de las tierras de pastoreo, padecen sequías frecuentes, mientras que 171 millones de hectáreas, es decir, más del 60% de tierras de cultivo de riego, están sometidas a un estrés hídrico elevado o muy elevado.
2. ¿Qué innovaciones e inversiones se necesitan para un uso sostenible y productivo del agua?
El reto que plantea el déficit y la escasez de agua exige tecnologías y estrategias de gestión integrada de los recursos hídricos, pues unas mejores estrategias de gestión hídrica, si se combinan con prácticas agronómicas como el uso de variedades mejoradas, serán fundamentales para reducir los riesgos hídricos y aumentar el potencial agrícola.
Ahora bien, los incentivos de los agricultores para adoptar estrategias de gestión hídrica y modificar su comportamiento respecto del uso y la gestión del agua, dependerán del nivel de accesibilidad de los recursos hídricos, la magnitud de los déficits y la escasez de agua, el nivel de incertidumbre en un contexto de clima cambiante, así como de la disponibilidad y el costo de otros insumos, incluidos la mano de obra y la energía.
Eso si, no todos los riesgos hídricos pueden ser abordados únicamente por los agricultores, pues en algunos casos puede ser necesaria la intervención del sector público, por ejemplo, en forma de inversiones, información y apoyo a los agricultores, para que superen los obstáculos que les impiden adoptar las estrategias y prácticas mencionadas.
De manera general existen dos estrategias para incrementar los rendimientos en la agricultura de temporal: 1) aumentar la captación o recogida de agua e infiltración de la misma en la zona radicular y 2) conservar el agua mediante el aumento de la capacidad de absorción de la planta o la reducción de la evaporación de la zona de la raíz y las pérdidas por drenaje.
Las estimaciones indican que casi el 20% de las tierras de cultivo mundiales son aptas para el empleo de estrategias de recogida y conservación de agua, pero para ello será necesario invertir en nuevos sistemas de riego o en la rehabilitación y modernización de los ya existentes, aunque la modernización del riego debe ir precedida de instrumentos de políticas públicas.
Las franjas de vegetación también pueden contribuir a la retención del exceso de nutrientes y a la reducción de la contaminación, y en situaciones en las que el abastecimiento de agua es muy limitado está cobrando fuerza la innovación en fuentes de agua no convencionales, como el agua residual tratada o el agua desalinizada.
En todo el mundo existen unas 16,000 plantas desalinizadoras que producen unos 100 millones de metros cúbicos por día, gracias al aumento de la demanda, a los avances tecnológicos y a la caída drástica de los costos, lo que hace más viable que nunca el empleo de esta técnica para actividades agrícolas, especialmente para la producción de cultivos de alto valor.
3. ¿Si existen soluciones eficaces a nuestro alcance, porqué no se están adoptando?
La gran limitante para mejorar en el tema del agua es que se requiere de una compleja colaboración entre diferentes partes interesadas, siendo uno de los mayores retos incluir y salvaguardar los intereses de los grupos con menos poder e influencia, pero que dependen de los servicios ecosistémicos relacionados con el agua.
Además, unas estrategias de gestión hídrica eficaces deben basarse en un mejor conocimiento de la cantidad de agua existente, cómo se utiliza y si los patrones de uso en vigor son sostenibles, pero la limitante es que todavía son pocos los datos que se tienen, pues se necesita invertir más en obtener en información específica por región o país.
También hay que tener en cuenta que el costo general de los programas de contabilidad y auditoría del agua varía enormemente, pero los avances en las tecnologías de teledetección y medición, así como una serie de bases de datos de libre acceso de carácter mundial y regional, reducen los costos y facilitan el intercambio de información. Aunque la mejora de la tecnología de riego, en cuanto a conducción, derivación y medición, puede mejorar el cumplimiento mediante un mejor control.
Otro punto clave es que unos derechos sobre el agua bien definidos pueden empoderar a los usuarios y aumentar el valor económico del recurso, ofreciendo al mismo tiempo a los agricultores un incentivo para invertir en nuevas tecnologías y reducir la degradación de los recursos.
El detalle con el tema de los derechos del agua es que cabe la posibilidad de que los vendedores de agua ejerzan un poder monopolístico en algunos lugares, por lo que desde el punto de vista de la equidad, los mercados hídricos sólo serán positivos en la medida en que lo sea el sistema inicial de asignación en el que se basan.
Además, los precios del agua pueden contribuir a evitar el uso excesivo, el agotamiento y el deterioro de calidad de los recursos hídricos, aunque eso sí, la subida de los precios del agua debería producirse a lo largo de varios años, con el fin de dar tiempo a los agricultores a adaptarse.
Una cuestión que hay que tener clara es que, las políticas públicas en materia de gestión de los recursos hídricos para la agricultura han permanecido enfocadas en el riego, lo que ha tenido como resultado una inversión e innovación limitadas en las zonas de agricultura de temporal.
Es decir, la planificación de los recursos hídricos debe promover opciones de inversión desde la agricultura de temporal hasta la de riego, y abarcar la gestión del agua en las zonas de temporal, lo que tiene repercusiones en el ámbito de las zonas de captación y las cuencas fluviales.
Para lo anterior es necesario el apoyo del sector público, mediante inversiones en infraestructuras y la subvención de tecnologías de captación y conservación de agua, para ayudar a atenuar los efectos de las sequías. También hay que impulsar la participación de representantes de las comunidades, así como de instituciones locales y autóctonas, lo que puede contribuir a garantizar el diseño eficaz de las intervenciones y la gestión de los recursos naturales.
Para ello será fundamental garantizar la coherencia de las políticas entre los diferentes sectores y ámbitos normativos, siendo esta la primera condición para mejorar la gestión de los recursos hídricos. Otra necesidad es aumentar la coherencia de las políticas entre los diferentes subsectores agrícolas, pues a menudo la repercusión de las políticas es desigual en los distintos subsectores agrícolas, con tendencia a favorecer a la agricultura de riego.
No hay que descartar los pagos por servicios ambientales a los agricultores o propietarios de tierras que accedan a gestionar sus tierras o cuencas hidrográficas en favor de la protección del medioambiente, lo que también pueden ayudar a asegurar la correcta valoración de unos ecosistemas en buen funcionamiento.
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