
Los carbonatos son poco solubles en agua y se derivan principalmente del material parental, es decir, de la roca madre, aunque ocasionalmente son formados por la intemperización de los minerales primarios que componen las rocas como calizas, dolomías y mármoles; en ambos casos estos carbonatos son llamados “autóctonos”.
Sin embargo, los carbonatos que encontramos en los suelos agrícolas también pueden tener como origen fuentes externas y ser transportados por el agua y aire, en cuyo caso se conocen como “alóctonos”. Además, los carbonatos del suelo también están expuestos a ciertos procesos de movilización entre los horizontes del suelo.
Existen alrededor de 80 minerales que contienen carbonatos, aunque la mayoría de ellos son raros. Un suelo calcáreo es aquel que contiene más del 2% de carbonatos, y son suelos que pueden presentar un pH que va de 7.3 hasta 8.4, condiciones que pueden afectar en cierta medida la producción de la mayoría de los cultivos.
La calcita y la dolomita son minerales primarios que contienen carbonatos de calcio y magnesio respectivamente. Un mineral secundario que contiene carbonatos es el yeso, el cual se forma cuando se evapora el agua que contiene el sulfato de calcio. La presencia en exceso de estos minerales afecta la absorción de otros nutrientes.
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